Sea ahora el turno para don Benito:
«La
turba siempre es valiente en presencia de estos ídolos indefensos, para quienes
ha sonado la hora de la caída. Tienen éstos en contra suya la fatalidad de
verse abandonados de improviso por los amigos tibios, por los servidores
asalariados, y hasta por los que todo lo deben al infeliz que cae; de modo que
a las manos de odio, justo o injusto, se unen, para rematar la víctima, las
manos de la ingratitud, el más canalla de todos los vicios»...
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