sábado, 14 de marzo de 2020

Un poco más fácil


Enciendes la radio cada mañana, o la televisión, y el periodista de turno da paso al político de permanencia, quien siempre habla de la crisis en pretérito, si te apuran, en pretérito pluscuamperfecto. Sí. Tú estás ahí, lavándote los dientes, mirando tu reflejo en el espejo, el pelo alborotado, los ojos entornados por la luz, hinchados por el reciente divorcio del sueño, la boca superada por la espuma del dentífrico; cuando recibes el verbo conjugado en pasado, recubierto con una chocolateada capa de adverbios temporales que lo hacen (al verbo) más empalagoso, de esos verbos que, al cabo, te provocan acidez o ardor, de los que no terminan de digerirse bien. En ese instante, pese a la señalada hinchazón, la cual se te ha extendido por todo el rostro, observas cómo se dibuja una liviana mueca de desazón en la imagen devuelta por el espejo… No, no es desazón, tampoco resignación, o decepción… Plantado ante esa desproporcionada masa hinchada, lo que comienzas a ver es tu careto de imbécil, de redomado gilipollas… Y es rabia, la mueca de la que has sido testigo ha sido de rabia. Una furia visceral que te anima a gritar un hijos de la gran puta, un hijos de la grandísima puta fuerte, alto, potente, puesto que te toman tanto por idiota que no puedes contemplar otra cosa ante el espejo; y sientes un deseo irrefrenable de golpear ese careto de soplagaitas, zas, un puñetazo directo al centro de la geta.

Una vivienda digna


Pues, en fin… Parece éste un buen momento para teclear sobre el tema, vista las variopintas reacciones que en los interlocutores provoca mi respuesta o mi réplica, cuando lo sacan a relucir. Quiero decir que, cuando me hablan del derecho a una vivienda digna, siempre les espeto: «Disculpe, ¿a qué derecho a una vivienda digna se refiere?».

lunes, 2 de marzo de 2020

A mitad del camino

Artículo publicado en Lucenadigital.com:

«A mitad del camino de la vida, / en una selva oscura me encontraba / porque mi ruta había extraviado». Cuando escribo estas líneas, acabo de cumplir cuarenta años y, si todo transcurre naturalmente, parafraseando al poeta italiano, transito por la mitad del camino de mi vida, perdido entre la frondosidad de una selva oscura, huérfano, todavía, de la guía de un Virgilio que me reoriente hacia aquella ruta que una vez extravié, si es que existió aquella ruta...