Pasan los años y se acumulan las vivencias y experiencias. Alegrías y tragedias se entremezclan torpemente con liberaciones y remordimientos. Estos últimos generan fantasmas, penas o penitencias que se deben sobrellevar como castigo por el pecado cometido, aun singular acto contrario a moral y principios. Confesar esos remordimientos se significa como proceder de puro egoísmo, pues pretende una banal redención a costa de la aflicción o desilusión de otro...
domingo, 30 de septiembre de 2018
Un monstruo en todo hombre
Artículo publicado en Surdecordoba.com:
sábado, 15 de septiembre de 2018
El hablar y el hablador
Durante
mi amplia etapa como discente —no cerrada aún, acoto—, conocí a un importante
número de maestros y profesores. Aquella miríada abarcaba, como es natural, a
lo mejor y lo peor del gremio: desde profesionales como la copa de un pino,
vocacionales, entregados y valientes, de intachable magisterio y admirables
cualidades; hasta sinvergüenzas redomados, cabrones sin escrúpulos ni ética,
aferrados a un sistema proteccionista y a un asiento concedido a dedo; pasando
por los clásicos funcionarios sin otro quehacer, los sustitutos con ganas de
destacar o los contratados eventuales, apadrinados o no, en busca del a ver qué
tal o de unas perras mensuales extras (lo cual es legítimo, verá usted).
Los gilipollas
Han
sido muchos los articulistas que, con mayor o menor éxito, han tratado de
estudiar con carácter sumario el vocablo «tonto», sea en grados de tontuna, sea
en clases o categorías de tontos. Por ejemplificar, Juan Manuel de Prada ha
recurrido en varias ocasiones a su admirado Leonardo Castellani, quien atendió al
porción de conciencia que tenían sobre su cortedad de ingenio: «1) Tonto a
secas; esto es, ignorante. 2) Simple; esto es, tonto que se sabe tonto. 3)
Necio; esto es, tonto que no se sabe tonto. 4) Fatuo; esto es, tonto que no se
sabe tonto y además quiere hacerse el listo. 5) Insensato; esto es, tonto que
no se sabe tonto y encima quiere gobernar a otros». Algo parecido es posible
con la expresión «hijo de puta», si bien dotándola de menor sofisticación: 1)
Hijoputa (o la variante clásica hideputa): empleada en lenguaje coloquial, en
tono amistoso o jocoso, en plan qué cabrón eres, mamonazo, pero con cariño y
palmadita en la espalda o carcajada de prudente doble ja, como alternativa honorable;
su uso vilipendioso será secundario y vulgar. 2) Hijo de puta: lanzada ya con
inquina, con animus ofendi, y dudando
de la honradez materna, ganada a pulso por el receptor. 3) Hijo de la gran puta:
hijo de puta de nivel superior, con agravante pergeñada con detestables dotes
para la ignominia, y considerando la jefatura maternal en el ámbito de las
cantoneras. 4) Hijo de la grandísima puta: supremo hijo de puta, vitando género
hitleriano, chafarrinada de la humanidad, y nieto por línea directa descendiente
de la madre de todas las cantoneras.
sábado, 1 de septiembre de 2018
Las veinte miradas de Sensi
Artículo publicado en Las veinte miradas de Sensi:
Ni el mejor de los fotógrafos ni el más diestro de los pintores de Corte se consideraría capacitado para plasmar en un fotograma o en un lienzo la mirada color almendra de la joven poetisa Sensi Budia...
Pasante o becaria
Artículo publicado en Lucenadigital.com:
En realidad, todo es pasantía, aunque el vocablo becario ha colonizado el significado, de manera que es becario quien se acomoda al maestro para aprender la práctica del oficio, generalmente, a cambio de nada, pese a que hoy proliferan, con mayor o menor éxito, los contratos de prácticas, que reconocen cuantías irrisorias, en las dos acepciones del lema. El término pasante se ha conservado, sin embargo, en el ámbito de la abogacía, mundillo en el cual sí es raro oler contrato y peculio...
Suscribirse a:
Entradas (Atom)