sábado, 14 de abril de 2018

Las magdalenas de mi madre

Quien me conoce, o me va conociendo, defiende la absurda creencia de que aborrezco la Semana Santa; o de que no la soporto; o de que me importa un carajo; o de que la desdeño… Niego tamaña cantidad de falacias, viles falsedades. O casi. Como representativo arte iconográfico, soy el primero en alabarla y protegerla; aseverando que, si no fuera por la insolente victoria de mi vagancia shakespeariana y por andar constantemente con los bolsillos vueltos, recorrería el país visitando los edificios sagrados que albergan el patrimonio escultórico nacional. Ahora bien, de lo que no soy partidario es de esa vertiente folclórica del asunto; de lo que de costumbre o tradición manifiesta a lo largo del callejero público, sea en su modelo jaranero, en el lacrimoso o en el hipócrita santurrón. Si es cuestión de fervor o devoción, vaya, las imágenes están en exposición permanente en sus respectivos templos, dispuestas a recibir rezo o veneración. Sin embargo, pese a creencias y rumores extendidos, cada año espero impaciente la llegada de la Semana Santa, grito ¡albricias!, disfruto como pocos uno a uno de sus días, incluidos inmediatamente anteriores y posteriores, y, cuando pasan, me lanzo a consultar calendarios lunares, iniciando la cuenta atrás hacia la próxima. Pues hay algo que me llena de júbilo y admiración por la Semana Santa, que me hace adorarla y aguardarla: las magdalenas de mi madre.

La túnica del poeta

El día de mi cumpleaños un poeta presentó un libro de relatos. Relatos que, más que relatos, son cuentos… Y ahora, caro lector, usted se preguntará, con discreta cortesía: ¿Dónde estriba la importancia de tal evento, el cual no parece destacar entre las frecuentes presentaciones literarias, cómo para reclamar el protagonismo de un artículo? Y añadirá, con irreprochable sagacidad: ¿Acaso un poeta, como escritor, no puede cultivar géneros disímiles? E indagará, con morbosa curiosidad: ¿Me aplicaré a leer un bellaco artículo, pantomima que sin éxito pretende disipar la gratitud por el regalo a un malévolo cumpleañero?… Buscaré satisfacer sus tres cuestiones en el espacio del que dispongo.

sábado, 7 de abril de 2018

Cataluña I. Un orate como Presidente

Artículo publicado en Lucenadigital.com:

Al lector, sin duda ilustrado en los vericuetos del lenguaje, no le descubro el significado del término orate: «persona que ha perdido el juicio» o, coloquialmente, «persona de poco juicio, moderación y prudencia»; según definición del DLE. Aunque, quizá le ahorre un viaje al académico volumen, si le apostillo que el referido vocablo procede del catalán orat. El sustantivo, entonces, me viene que ni pintado… como pintado… vamos, ajustado y medido, muy a propósito...

domingo, 1 de abril de 2018

Adoptar personajes

Artículo publicado en Surdecordoba.com:

Pues no sé a santo de qué le ha entrado a algún que otro literato la descabellada manía de adoptar personajes cuando éstos quedan huérfanos de padre o madre, como si, el hecho de dejar de insuflarles vida (literariamente tecleando, se entiende), repercutiera en una trágica crisis para la humanidad...