A una bellísima morena, trabajadora competente
donde las haya, le han dado referencias acerca de los malditos horarios
laborales que gastamos en este país. Ella, muy de acuerdo con la chapucera
distribución hispana, toma nota y echa un vistazo a aquellas referencias, en la
cuales se emplea la expresión «calentar la silla», para englobar el tiempo en
el que el trabajador por cuenta ajena permanece en su puesto sin producir, sea
por haber cumplido objetivos, por estar preocupado en quehaceres personales más
trascendentes, por necesidad de disfrutar de familia y amigos, por estrés, por
cansancio o por simple desidia; siempre a la espera de que el jefe de turno
pille la puerta o de que llegue la ansiada hora de salida, para enfrascarse en
ocupaciones muy distintas, relegadas, precisamente, por no poder disfrutar de
un horario más flexible o más coherente con una digna conciliación laboral y
personal. Ocupaciones personales pendientes que se anteponen a las
profesionales, acaparando la concentración. Todo por carecer de un tiempo libre
distribuido con una armonía tal que conceda la oportunidad de iniciar una tarea
personal y concluirla a satisfacción. Pero este mezquino horario, con pausas de
almuerzo tan amplias y jornadas interminables que finalizan con la noche
cerrada, sólo azuza al trabajador a despreciar la vileza de una estructura
laboral exclusiva y erróneamente configurada para atender la productividad y
los beneficios del empleador, desdeñando el hecho de que esa productividad y
esos beneficios dependen directamente de unos empleados profesionales que se
encuentren a gusto e implicados con plenitud con la empresa y sus propósitos.
domingo, 14 de mayo de 2017
Los artículos de don Julián (y II)
Empleaba la expresión «intelectual total» para
singularizar a don Julián Marías. Pero ¿qué entiendo por intelectual total? En
un ejercicio de desvergonzada subjetividad, me hallo dispuesto a asegurar que
el intelectual total es un maestro de la curiosidad que ni repudia ni margina
órdenes o parcelas del conocimiento; lector voraz, insaciable buscador de
respuestas, cuyo vicio por satisfacer las constantes cuestiones que se plantea
le permite acumular un ingente saber, ubérrima cultura enciclopédica; equipado,
además, de una soltura lingüística que le habilita la expresión con la
precisión y el rigor necesarios, tanto en el lenguaje oral como en el escrito;
y desenvuelto, por último, en varios idiomas. Confiesa don Julián en «España en
venta» (6 de enero de 1989): «Tengo doce libros publicados en inglés —que
circulan en el ámbito de esta lengua, pero cuya edición se ha originado en los
Estados unidos—; once en portugués, y uno más ya en prensa —todos menos uno en
el Brasil, el otro en Portugal—; solamente dos en alemán, dos en francés, dos
en italiano (uno de ellos todavía no aparecido)» (adviértase la discutible
modestia del adverbio solamente).
martes, 2 de mayo de 2017
En serie
Artículo publicado hoy en Lucenadigital.com:
No sabría precisar con exactitud cuándo se produjo la explosión, si fue en 2004, con House y Perdidos. Lo cierto es que, durante los diecisiete años recorridos de siglo, la televisión ha puesto contra las cuerdas al cine, si no lo ha desbancado ya. Que creo que sí...
lunes, 1 de mayo de 2017
Imbécil
En Surdecordoba.com se ha publicado "Imbécil", segunda entrega de la "trilogía del chaval", que comenzará allá por noviembre con "Feo":
¡Hombre, chaval, hacía meses que no nos cruzábamos! ¡Cuantísimo me alegro!… Eh, no te alejes, hombre, que parece que estés huyendo de mí. Ven, acércate, deja que te mire… Te veo bien, sanote y fuertote, ¿cómo estás?… Los libros a cuestas: estudiando, ¿no?… Estupendo… Anda, demos un paseo… Que sí, hombre, que sí, damos un paseo, qué prisa llevas, joder, dónde te van a esperar a ti. Venga deja que te eche el brazo por el hombro… Pues has de saber que deseando estaba de volver a verte, y aprovecho este feliz reencuentro para disculparme contigo por la última vez que hablamos…
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