lunes, 26 de mayo de 2014

Tornatore, un pianista y el océano (reflexión cinematográfica)

Cuando en 1988, con apenas treinta y dos años, Giuseppe Tornatore estrenó Cinema Paradiso, ganando, entre otros, Globo de Oro y Oscar, pareció que ya no necesitaba demostrar nada más. De hecho, sus posteriores trabajos fueron acogidos por crítica y público con desigual interés, pese a seguir cosechando reconocimientos y premios nacionales e internacionales. Lo que ocurre es que, cuando alguien alcanza la maestría a una tierna edad, pues se ha nacido genio, no es posible continuar agigantando las capacidades, porque por encima del maestro ya no hay nada. Sólo es posible aspirar a la dignidad, a que la obra no quede tan infinitamente alejada de la referencia que resulte ridícula, impropia de las virtudes dotadas.

Navidades en agosto (viejo artículo)

Primer domingo de noviembre. Hace un año. Ronda la una de la tarde. Estoy tirado en el sillón de mi casa, viendo un partido de la NBA que grabé la madrugada del sábado. Pau le endosa un tapón a uno de Toronto. Ring, ring. Llaman al teléfono. Ring, ring. Al fijo, no al móvil. Hay que joderse, pero un domingo a esas horas sólo puede ser un familiar o un amigo. De este modo, congelo la imagen, me incorporo y me acerco al aparato. Ring, ring. Consulto el número de la llamada entrante. Prefijo de Barcelona. Cataluña. España, todavía. Conste que nunca descuelgo ante llamadas de fuera de la provincia, porque en el noventa y nueve coma noventa y nueve por ciento de los casos es para venderme algo, invitarme a cambiar de compañía u ofrecerme un seguro de vida. Para dar por culo, vamos. Sin embargo, estos llaman los días entre semana, a la hora de la siesta o de la cena, cuando más fastidia, predisponiéndonos a interrumpir la conversación sin respetar las mínimas normas de cortesía que rigen las buenas costumbres en una sociedad civilizada. Por descarte, sólo resta un error. Por tanto, dispuesto a corregir al llamante, descuelgo el teléfono. «¿Dígame?», pregunto. Al otro lado me responde una voz suave, de mujer. «Buenas tardes. Mi nombre es Maribel», me dice, aunque bien podía llamarse Antonia o Juana, porque el nombre no lo recuerdo. «Estamos realizando una encuesta sobre hábitos de consumo en Navidad, ¿le importaría responderme a unas preguntas? Serán un par de minutos», concluye en tono conciliador, procurando convencerme. Cojones, ya hasta en domingo. Mi proceder ordinario en estos casos consta de dos elementos: disculparme y colgar. Sin embargo, desconozco la razón, a veces obramos con ausencia de toda lógica, contesto sí.

La libertad y la periodista (viejo artículo)


Asisto con comedido interés y manifiesta desconfianza a los distintos movimientos de sedición que se están desarrollando en los países al sur del Mediterráneo durante las últimas semanas. A pesar de que hoy exigen democracia y libertad, condenando la represión, las ventajas mercantiles y la contención del radicalismo islámico han sido razones suficientes para que Europa y Norteamérica hayan consentido con censurable hipocresía el carácter dictatorial de los regímenes imperantes, amparándose en el siempre socorrido principio de no injerencia —tan flexiblemente aplicado por el Derecho Internacional, según los tiempos y los gobernantes—. Principio justo, sí; aunque ambiciosamente manipulado a lo largo de la Historia. Las causas de la sedición dan para otra entrega.

martes, 20 de mayo de 2014

Eterna esperanza (viejo artículo)

Ella me escribió de modo natural, aprovechando una pausa durante su guardia, reconociendo lo difícil que es en ocasiones expresar con palabras emociones y experiencias. Fue un largo texto, de liviana sintaxis, que todavía conservo y del cual echo mano con frecuencia mientras tecleo estas líneas.

Los amos de Europa (viejo artículo)

Pues eso. A ver si nos queda claro de una puñetera vez, que ya va siendo hora. Alemania, Francia y Gran Bretaña son los amos de este viejo continente llamado Europa. Hoy por hoy, al menos. Y desde hace años. Y cuando hablo de amos, lo hago en su sentido más estricto. Son quienes parten y reparten, imponen su ley, ordenan y mandan a una camarilla de países que ha de limitarse a mover la colita —sí, usía; a las órdenes de usía— y bailar al son marcado. Entre ellos, España. Faltaría más. En cuestiones de agachar la cabeza, meter el rabo entre las piernas y besar los pies de nuestro patrón, buen rollito, coleguilla, somos los primeros. Trato más que merecido, sin duda. Ganado a pulso tras veinticinco años de nefasta política exterior. Tiempo durante el cual podíamos haber aprovechado el tirón del reconocimiento internacional otorgado por la Transición para buscar nuestro lugar en Europa y el mundo. En cambio, todo quedó en una sombra. Nuestra credibilidad —fuera cual fuese— se disipó cuando la supuesta unidad se tornó en discrepancias e inconformismos internos. Cuando hemos sido incapaces de sostener entre todos la economía de un país, de coagular la herida sangrante de la emigración o de aprovechar la bonanza para invertir en investigación y desarrollo, en el futuro, en vez de procurar llenarse cada uno su bolsillo lo máximo posible. Ser productivos, eficaces y eficientes.

viernes, 9 de mayo de 2014

Historismo constitucional (IX) (artículo)

Artículo publicado hoy en surdecordoba.com:

Ciertamente, a quien suscribe se le da un ardite el resto de países terráqueos. En lo concerniente a España, pasada la segunda mitad del XIX, todavía se estilaba la costumbre medieval de reservar los más altos cargos políticos a militares de lustre. Como si la cosa gubernativa fuera una incursión, escaramuza o combate, lo cual, aquí, tampoco era ir descaminado; pero ya escribí que la española fue, y sigue siendo, una raza aparte. No era, ni es, cuestión de ingenio castrense o mano dura, sino de que cada palo que aguante su vela, cada perro se lama su cipote, líbrese quien pueda, maricón el último y Dios ya sabrá reconocer a los suyos cuando lleguen. Y la maldita costumbre se prolongó, bien lo sabemos todos, hasta las postrimerías del XX...

viernes, 2 de mayo de 2014

Presente es pasado (Galdós y epílogo) (artículo)

Artículo publicado en lucenadigital.com:


Sea ahora el turno para don Benito:
 
«La turba siempre es valiente en presencia de estos ídolos indefensos, para quienes ha sonado la hora de la caída. Tienen éstos en contra suya la fatalidad de verse abandonados de improviso por los amigos tibios, por los servidores asalariados, y hasta por los que todo lo deben al infeliz que cae; de modo que a las manos de odio, justo o injusto, se unen, para rematar la víctima, las manos de la ingratitud, el más canalla de todos los vicios»...