En
ocasiones el título me lo dejan a huevo. El caso es que ya estábamos todos
preocupados por aquí, pero podemos al fin respirar tranquilos. Uno, dos. Uno,
dos. Inspirar, expirar. Inspirar, expirar. Pensábamos que nos quedábamos sin
nuestra asignación de los Fondos de Cohesión y cundió el pánico, claro. La
ansiedad se apoderó de nosotros, descontrolando a todo el personal, falto de
respuesta ante el considerable percance. Ya sabíamos que eso de la ampliación
europea no podía traer nada bueno. Qué se habrán creído esos países del este.
No tienen dónde caerse muertos, con su política corrupta, su industria obsoleta
y su agricultura subdesarrollada, y, con indigno descaro, persiguen la
integración a este carnaval llamado Unión Europea no por el espíritu de
afrontar con una sola voz los retos político-jurídicos y socio-económicos
presentes y futuros, base de los valores históricos inspiradores de la unión en
el viejo continente, mucho cuidado, sino por el falaz deseo de meter la mano en
las generosas arcas europeas. Menuda desvergüenza. Como si no tuviésemos
bastante con los sablazos provocados por el sueldo de los eurodiputados.
En torno, podría girar una historia
sencilla. Andalucía —junto con otras Comunidades Autónomas— se comprendía en el
grupo de regiones cuyo PIB per cápita se situaba un porcentaje inferior a la
media de la Unión Europea. Entonces, llegado el momento de revisar el asunto —ampliación,
crisis y desarrollo, incluidos—, Andalucía —y las demás— superaba la barrera,
quedando excluida del baremo de la subvención. Cuántos años llevamos recibiendo
viruta de los Fondos de Cohesión y a cuánto asciende tal contante —y su
respectivo sonante— viene a ser, si me lo permite, irrelevante cuando la
cuestión es que, pese a todo, no hemos sido capaces de aprovechar las ayudas
para ponernos a la altura del nivel europeo.
Y el problema, créame, no está en
los miles y miles —hoy, es verdad, reduzcamos el número a cientos y cientos— de
andaluces que cada día se levantan para trabajar en una tierra seca, áspera e
ingrata bajo un sol de justicia que abrasa como el fuego del infierno, a cambio
de una miseria. Aquí se suman quienes luchan en la mar y quienes curran de seis
de la mañana a nueve de la noche para alimentar y vestir a sus churumbeles, y
todo el personal que suda la gota gorda honesta y honradamente. No. El problema
está bien en una pésima gestión de los recursos, bien en un retraso centenario.
O ambas cosas a la vez. En el ínterin, nuestros cargos representativos —emulando
a los eurodiputados, no vamos a ser menos y tal— no han tenido ni tienen
inconveniente en adjudicarse jugosos sueldos. Así, pondré un caso hipotético.
Supongamos que actualmente el alcalde de una ciudad de entre treinta y cinco y
cuarenta mil habitantes cobrase unos cuatro mil euros al mes, y sus tenientes
de alcalde rondasen los tres mil quinientos. En principio, esto se me antojaría
un despropósito, una desconsideración y una desfachatez. Y no digo que no
merecieran un sueldo decoroso; pero, en una época en la cual se nos exige
sacrificios, y a algunos ya nos han sacrificado, parecería, a priori,
inapropiado. Máxime si se excusasen con el argumento de que los mencionados
sueldos son idénticos a los de la legislatura anterior. De la misma manera, si
a un concejal lo indemnizasen por pleno asistido con, pongamos, trescientos
cincuenta euros, por muchos quebraderos que suponga su preparación. Porque, en
definitiva, nadie está obligado a acceder a ministerios de dicho calibre. Y,
quien lo haga, ha de hacerlo por vocación de servicio, aspirando a un sueldo
que le permita vivir dignamente, según el nivel de vida nacional, no
sobradamente.
Volviendo al principio, como decía, todo ha quedado
resuelto. Eso de cortar el grifo de un día para otro juzgábase muy poco ético.
Se crea, por tanto, una nueva categoría vigente durante el periodo 2014-2020.
En verano circuló el término “Regiones Intermedias” para esta nueva categoría.
Mas la cosa sonaba deficiente, un tanto excluyente, del tipo ni son indigentes
ni tienen un chalé en la sierra. Sin olvidar la chacota del juego de palabras
con la “Tierra Media”, llevando a suponer la aparición de la “Compañía del
Anillo” sendereando por la Subbética. El choteo se ha salvado con “Regiones de
Transición”, englobando aquellas con un PIB per cápita entre el 75% y el 90% de
la media de la UE. La crisis económica encauza ahora los objetivos hacia el
crecimiento y la competitividad, destinando los fondos a las pequeñas y
medianas empresas, y priorizando la innovación y la eficiencia energética.
Veremos en qué acaba todo.
lucenadigital.com, 2 de noviembre de 2011.
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