El
lector afable —y, por qué no, también el adusto— ungido con los versificados
óleos obtenidos a partir del prensado de la preclara vida y dispares milagros
del poeta y profesor Manuel Guerrero Cabrera, hagiografía filológica abocada a
la advocación apolínea, goza de la certeza de que, entre rima y rima, pasados
los meses, como si la inquietud de su pluma adquiriera cualidades de un
metrónomo, acompasando sus trazos a las urgencias del lector, el autor tiende a
ofrecerle, o mejor, a ofrendarle, acreditada su excelsa generosidad, estudios
literarios, a mayor gloria del conocimiento humano.
Como hombre de honor, cumplidor y
caballero, satisfaciendo esa cita ineludible con las carestías lectoras e
intelectuales de la humanidad, Guerrero Cabrera ha publicado Al compás literario del tango, que viene
a continuar la construcción de esa ilustre senda que iniciara con Tango. Bailando con la literatura (2009).
Y es que la pasión del autor por el tango sólo se ve superada por la que siente
hacia su familia, dejando a las Letras, con mayúscula, y a la lírica, con
minúscula, en una sensible equidistancia no exenta de dedicación y amor, lo
cual no le impide servirse de la probeta de su alma para experimentar todas a
la vez, pues su hija tiene nombre de tango y aquella egregia senda, todavía en
construcción, dirige hacia el análisis del tango-canción desde una perspectiva
literaria, en el amplio espectro que la Literatura puede abarcar, pese a que el
tango-canción sea, claro está, poesía. Vasto escenario, entonces, en el cual los
amigos nos sentimos un poco descolocados, preguntándonos con frecuencia dónde
ubicarnos, o reubicarnos, desplazándonos constantemente sin pesar, rencor o
envidia: el alma del rapsoda es lo suficiente extensa y espaciosa como para no
considerar la distinción al compartirla.
He tecleado «tango-canción» por ser
el acertado término que emplea Guerrero, ya que tango es la integridad, al
igual que cada una de sus partes: tango tanto es el baile como es su música y
letra. (O un juego, si bien en otro supuesto etimológico, que no viene al
caso). Fragmentado, en consecuencia, tango es baile, música y letra. La letra
del tango es el mismo, el mismísimo loco afán, parafraseando a Enrique
Cadícamo, que inflama el entusiasmo de Guerrero, que excita su vocación lírica,
que trastorna (¡en el buen sentido!) su inspiración erudita. Es la letra y no
la música, porque, aun cuando las palabras pudieron ejercitarse con su propio
plan de rutinas, a fin de encajar con milimétrico ajuste en el molde musical,
la letra del tango, per se, es rima,
ritmo y métrica, es armonía, es música, es poesía: «Nadie puede escribir un
tango —aseveraba Homero Expósito y nos recuerda Manuel Guerrero— si no sabe
escribir un soneto».
Al
compás literario del tango reúne seis estudios imprescindibles para
entender la naturaleza literaria y/o lírica del tango. «Rubén Darío en los
tangos de Enrique Cadícamo» revela el influjo del nicaragüense sobre el
argentino (y otros), hasta el punto de incorporar éste en sus versos
paralelismos o reflejos de la obra del primero; revela la importancia de la
educación en los tangueros, la conclusión de que «en la evolución del tango, la
Literatura culta ha tenido un papel relevante…». «Las milonguitas…», y Esther,
Griseta y Malena, describe la significadora presencia de la mujer en las letras
tangueras. «Parodias literarias en el tango» descubre cómo se parodiaron
famosos o populares poemas para componer tangos. «El valor literario de Mi noche triste» reivindica la
transcendencia de la creación de Pascual Contursi en posteriores obras (el
maldito Guerrero prendió mi curiosidad de tal modo que escuché las dos
versiones de Mi noche triste
interpretadas por Carlos Gardel, en 1917 y 1930, para corroborar las diferencias).
«La Biblia contra el calefón…» se centra en el trasvase de imágenes y
personajes bíblicos al tango-canción, particularmente, por Enrique S.
Discépolo. Y «Homero Expósito: la metáfora en el tango» es una aproximación
filológica que manifiesta la avidez de Expósito por profundizar en ese carácter
literario del tango-canción: «… es el poeta que culmina esta tarea iniciada
anteriormente por otros autores y que tan bien refiere su cita que iguala al
tango con el soneto…».
Cinco artículos recopilados de la
prensa digital, que evocan nombres o momentos en la historia del tango, y una adición,
como remate final, una sugestiva coda, homenaje a Mi noche triste, a aquel primer tango-canción, cierran la notable
obra de Guerrero Cabrera.
«¿Y qué pasa con el tango-baile?», se preguntará el
pertinaz lector, vacilante sobre la destreza del autor para solventar con pareja
gracilidad el lance, al detectar la enormidad de su humanidad. La frágil
memoria de quien subscribe sólo consigue revivir una ocasión en la cual
Guerrero danzara bajo la cadencia del tango, haciéndolo de la mano de su esposa.
Por lo demás, jamás se cuestionó la indispensabilidad de la inmensidad corporal
del poeta: un gran corazón precisa de un gran cuerpo donde, al compás candoroso
del bandoneón, palpitar.
Surdecordoba.com, 01 de enero de 2018
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