Quien me conoce, o me va conociendo, defiende la absurda creencia de que aborrezco la Semana Santa; o de que no la soporto; o de que me importa un carajo; o de que la desdeño… Niego tamaña cantidad de falacias, viles falsedades. O casi. Como representativo arte iconográfico, soy el primero en alabarla y protegerla; aseverando que, si no fuera por la insolente victoria de mi vagancia shakespeariana y por andar constantemente con los bolsillos vueltos, recorrería el país visitando los edificios sagrados que albergan el patrimonio escultórico nacional. Ahora bien, de lo que no soy partidario es de esa vertiente folclórica del asunto; de lo que de costumbre o tradición manifiesta a lo largo del callejero público, sea en su modelo jaranero, en el lacrimoso o en el hipócrita santurrón...
martes, 4 de abril de 2017
Las magdalenas de mi madre
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