domingo, 10 de septiembre de 2023

Aire de fe

El Señor escoge siempre a quien reza,

mas no con su boca, sino con toda el alma.

Manuel Guerrero Cabrera 


 Rezar es un acto de fe que transciende la mera instrumentalidad semántica. No se reduce a un compendio léxico, sucesión de palabras que impulse un viento litúrgico, inspiración de mentes devotas con pretensiones unificadoras de criterios, aplicación unísona con reminiscencias protocolarias.

Manuel Guerrero —ah, no podría cansarme de teclearlo— es versificando. Ungido por Dios con el don de la lírica, adapta la conciencia de la creencia en la divinidad en la seguridad de que, para entrar en comunión con Él, no es preciso seguir unos códigos simplificadores de un rito, armados artificiosamente en tiempos pretéritos de la humanidad, aunque por fidelidad cristiana no deba excusarlos, sino seguirlos y respetarlos. Por ello, sabedor de que la habilidad para la rima es una dádiva ofrecida por Su Generosidad, como hombre agradecido y deudor de Su Grandeza, Guerrero reza a Dios a través de versos erizantes, que estremecen el alma del creyente y elevan su fervor místico hasta el paroxismo espiritual, explosión de amor de y hacia Él.

Cuando falta el aire (Independently Published, 2022) es un breviario poético, compilación guerrerense de devoción cristiana y comunicación con Su Divinidad, repertorio lírico de santas oraciones compuestas desde el amor y la fe, actitudes que el autor siente en lo más profundo de su existencia y exhibe con el orgullo de quien no esconde su religiosidad ni lo pretende, lo cual, en una época en la que la manifestación religiosa, siendo cristiana y siendo católica, se antoja nefasta reliquia con cierto tufillo a mediocridad (al margen, claro está, de la chabacanería folklórica que, tristemente, tienden a rezumar la Semana Santa y las fiestas patronales; malentendida manifestación religiosa generalmente aceptada y aplaudida, que vela la pasión y la adoración del verdadero cristiano), honra al rapsoda. Y Manuel Guerrero no se priva de mostrar al mundo su condición cristiana y su condición católica, no se priva de mostrar al mundo su honda entrega a Cristo, no se priva de mostrar al mundo la intimidad de su contacto con Dios, que el autor transmuta en sendos versos electrizantes, en chispas de vida y creación, en destellos de luz, exaltación y éxtasis.

Son tres los libros que estructuran este breviario guerrerense, rosario de virtud y alabanza. «Revivir» reúne esa cercanía que preside la alianza del poeta con Cristo, lo introspectivo de su relación con Dios. De este modo, refleja Guerrero la miríada de estadios de la fe, asentimiento que el creyente adopta en función de sus medios: «… ¿Y si la fe / es recuerdo esencial para la vida? / Respirar cuando falta el aire… / […] / ¿Y si la fe es recuerdo indispensable / de Dios para la vida?»; «No te miro a los ojos desde hace mucho tiempo. / […] / No es por vanidad, no es, Señor, por arrogancia. / […] / No te miro a los ojos, pues no soy digno de ellos, / […] / y que se haga conmigo todo el amor que guarda / la fe de tu mirada»; «La fe es como el incienso: / fuego, polvo, humo y aire… / Y, sobre todo, aroma. / […] / El incienso es aroma de Cuaresma / y ofrenda al Señor. / […] / pues la fe es el oxígeno de Dios»; «La fe es como el tiempo / que se pone una venda / por ojos del recuerdo»; «Es la fe como el agua / que limpia y purifica / desde el pie hasta el alma». Pero también recuerda el autor esas madrugadas de Viernes Santo, amaneceres de dulce e incondicional contemplación cristiana («El cristal de tus ojos se quiebra con la noche»; «Cada vez que yo alumbro, las seis de la mañana / no es el principio sino el final del camino,»). Y continúa rezando, el poeta reza: «A veces me golpea un feroz desaliento, / […] / Entonces, cuando ocurre / […] / me recojo en tu nombre. / Tu espíritu de amor me revive, María»; «Solo a la verdad, / a la verdad temo. / […] / Por eso Te busco, / pues refugio encuentro»; «Señor, lo supiste: / la plata del tiempo / no tocaría tu sien,»; «¡Oh, reina redentora! / En las tinieblas, qué es luz, tu llama. / ¡Oh, fuerza alentadora!»; «A la cruz la han alzado las alas del sudario,». Admirable sentimiento fuerza la recreación de Guerrero en el lucentino Miércoles Santo, cuando el Cristo del Valle, al que «le pesa la fría tarde, / no la cruz ni la amargura / de que haya visto a Su Madre;», precede al Crucificado, que pasea por las calles acompañado de los acompasados golpes de los tambores enlutados, «aquel eco que retumba / ensordeciendo el color / de la luna, el repetido / toque llamando al silencio».

Delicia lírica es el soneto guerrerense y con «Por qué te sigo» el autor brinda al lector una serie magistral de estos poemas en los cuales afronta tanto la duda y el temor de todo creyente («Yo no sé, mi Señor, por qué te sigo, / cuando la senda de dolor y pena / nos llevará al desprecio y la condena. / […] / Porque la necesidad es maliciosa, / tenaz, Señor, insisto en conocerte, / pues mi existencia es menos angustiosa») como su humildad («Te has postrado a mis pies para lavarlos, / […] / Debería postrarme yo, Señor;»). Todavía se preocupa Guerrero, en este bloque, por dedicar sus estrofas a unas aconsejables palabras para un ángel («Anima al hombre más desanimado. / Dale todo el latido del aliento, / […] / Alienta al hombre más desalentado. Dale todo el calor que el frío viento») y al grande nombre de María («Es tu nombre, María, verdadero / amor,… / […] / Es tu nombre dolor también, María,»). Queda completo este libro segundo con una sucesión de homenajes consagrados a Santa Teresa de Jesús, al Cristo Preso, a la Virgen de los Dolores, a Nuestra Señora de la Soledad y a María Santísima de Araceli, Patrona de Lucena y del Campo Andaluz.

«Viacrucis», tercer libro de la colección, resulta un prodigio de la producción lírica. Versifica aquí Guerrero en catorce tankas los catorce pasos de Jesús camino al monte Calvario y hasta su crucifixión y sepultura. Prefiere el poeta, así, para su breviario lírico, las catorce Estaciones de la tradición dieciochesca, configurando un mosaico litográfico enmarcado en las níveas paredes del Cielo. Conmueven especialmente el espíritu el cuarto poema, que transpone en el verso el encuentro de Jesús con su Madre («María entiende / quién es y su misión. / Jesús comprende / el dolor de su madre. / Él es el Padre de todos»), y el undécimo, para el momento en el cual Jesús es clavado en la Cruz («La cruz soporta / el peso de Jesús. / También el mundo / soporta la injusticia / y el dolor de inocentes»).

Y sin embargo, con Cuando falta el aire, Manuel Guerrero no ha confeccionado un poemario destinado al cristiano en exclusiva, porque Manuel Guerrero, entusiasta lector bíblico, es, ante todo, lector. Confecciona, entonces, una obra universal, apta para cualquiera con el ánimo pletórico de amor a la Poesía, de fe en la Literatura, de devoción por el Arte.


Lucenadigital.com, 31 de agosto de 2022

No hay comentarios:

Publicar un comentario