Sólo
el espejo me mostró la realidad: un hombre que era el mismo y, al mismo tiempo,
difería sustancialmente de lo que había sido hasta entonces.
FJ
Segovia Ramos, El hombre tras el monstruo
En
su novela El hombre tras el monstruo,
Francisco José Segovia Ramos, Paco Segovia, ese mastodóntico creador literario,
ese megalítico cincelador de palabras, ese faraónico constructor de sintagmas,
metaforiza la putrefacción del recóndito nudo de la mente humana, a través de
su ímpetu narrativo, de su destreza en la composición de la ficción. Sin
embargo, su genio prosístico no lo plantea a partir de la clásica crueldad, de
ese personaje retorcido y miserable, de ese malo sanguinario y demoníaco, sino
del hombre corriente, quizá débil, perpetuo estándar, desbordado por una
situación inesperada e impredecible. Japón, año 2043, la crisis económica ha
vuelto a arrasar el planeta, y el país, que no ha podido recuperarse, ha
perdido su esplendor. Derrotado de nuevo, se ha iniciado un proceso de
revisionismo socio-político. Matías Pérez, Mati, es un occidental que lleva más
de diez años residiendo en el estado nipón. Casado con una japonesa, Yusura, trabaja
como camarero en un pequeño restaurante familiar para turistas. Aburrido de su
monótona vida, sólo el amor de su esposa consuela su triste cotidianidad. Un
día, el profesor Kazuki Miyaki ofrece un puesto de ayudante de laboratorio a
Yusura, quien pronto conseguirá que su esposo ocupe otra vacante. Mati está
entusiasmado con su nueva labor, pese a la poca categoría, y su dedicación y
discreción llaman la atención de Kazuki (o eso se barrunta al principio), quien
le propone colaborar en sus experimentos. Kazuki ha inventado una enzima que cataliza
con la energía solar, provocando un desaforado aumento del organismo portador.
Bien formulada, la enzima M supondría una revolución: acabaría la escasez de
recursos alimenticios y hombres gigantes podrían realizar el trabajo pesado de
una máquina. El problema es que Kazuki no puede estabilizar la enzima: el
portador recupera con rapidez su volumen original, el cual nunca se adecuó con
el peso. Cuando lo logra (o eso afirma), convence a Mati (con artes más o menos
calculadas, el lector decidirá) para comprobar sus efectos en humanos. Se
inicia, entonces, el descenso a los infiernos de Mati, cuyo cuerpo no se limita
a crecer, se metamorfosea en un monstruo, en un gigantesco ser abominable que
sincretiza las esencias de los diferentes especímenes empleados para elaborar
la enzima, y que, en su deriva, devasta, aniquila, extermina. Pero la
consciencia de Mati, esa fracción de la especie evolucionada, a veces, todavía
resurge, como afortunados fogonazos de lucidez, sufriendo la náusea por la
bestial condición, por lo que, aferrado a esos restos de humanidad, acomete la
última y definitiva batalla contra ese monstruo que, con persistencia, albergaba
su interior. Ese monstruo al cual, tarde o temprano, todos hemos de
enfrentarnos. Y en soledad, terreno habitual para librar tales combates.
Con un lenguaje ágil y
eficaz y un estilo narrativo despojado de innecesarios circunloquios y
florituras paganas, que desconcentren el ánimo del lector, Paco Segovia toca,
con su cálamo embadurnado en tinta de inspiración, los cimientos del verdadero
carácter humano, transmutando a El hombre
tras el monstruo en una novela de esperanza en nuestra especie, en el
espíritu de un monstruoso escritor acerado con la creencia en una humanidad
que, pase lo que pase, terminará siempre haciendo lo correcto.
Surdecordoba.com, 30 de septiembre de 2018
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