Hoy en día, para estar a la vanguardia en
educación, los colegios han de ser bilingües. Entre el treinta y el cincuenta
por ciento de las horas lectivas, al menos, han de impartirse en un segundo
idioma. Que será el inglés. Los maestros han de explicar la lección a sus
alumnos en un idioma distinto del materno, para unos y para otros. La primaria
es el ciclo ideal, cuando más pequeños son los niños, con un cerebro inmaculado
que absorbe como una esponja y unas cuerdas vocales aún en desarrollo, mayor es
su capacidad de aprender diferentes vocabularios, fonéticas, pronunciaciones y
estructuras gramaticales; pero el sistema se extiende a la secundaria. Se ruega
la implicación familiar, fomentando la práctica del segundo idioma con libros,
películas, juegos e incluso ¾y
esto es lo mejor¾
viajes a algún país donde se hable esa lengua ¾esto
es calderilla¾. Y
claro, con unas cosas y otras, ya tenemos el espectáculo montado.
Siempre
fui ¾sigo siendo¾ un
negado para el inglés, lo confieso. Las lenguas clásicas, el latín y el griego,
no eran obstáculo para mí, aunque con el inglés el atasco estaba garantizado.
Ignoro si será una cuestión de configuración cerebral o de desdén hacia una
segunda lengua, cuando ya domino otra que hablan quinientos millones de
personas, que no son pocas. El caso es que reconozco que el inglés no es lo
mío. Y quizá otro idioma, con un origen romance, se me diera bien. No lo he
intentado. Contradicciones humanas, lo mismo que tecleo esta honesta
confidencia, tecleo que una vez escuché o leí un interesante consejo para un
joven: aprender un par de idiomas extranjeros, lo cual le facilitaría la
emigración, cuando decidiese abandonar, por propia iniciativa o por imposición
microeconómica, este ingrato y olvidadizo país donde tuvo la fortuna o el
infortunio de nacer. Fetén consejo que las autoridades gubernamentales se han
propuesto allanar con esto de la educación bilingüe. Distinto es el punto de si
la iniciativa es laudable o no.
Porque
imagine ahora a esos pobres maestros y profesores, españoles de toda la vida ¾con sus pros y contras¾ ,
esforzándose por exponer e inculcar a sus alumnos los conocimientos educativos
básicos, imprescindibles para entrar en temas más amplios y complejos, y
procurando presentarlos del modo más digno posible, conservando el respeto, o
tratando de ganarlo. Suma, resta, multiplicación, división, ordinales,
decimales, sinónimos, antónimos, sujeto, verbo, predicado, fotosíntesis,
sistema circulatorio, reproducción, evolución, sistema solar, formaciones geológicas,
ríos, provincias, capitales, combinación de colores, manualidades, reglas
deportivas… Después vendrían cosenos, fracciones, probabilidades, complementos
directos, subordinadas, reproducción celular, gótico, dibujo técnico, países,
corrientes oceánicas, géneros literarios, test de Cooper, civilización
mesopotámica, egipcia y griega, conquistas alejandrinas, Imperio Romano,
Numancia, Cartago, invasiones bárbaras, comercio fenicio, señores feudales,
Altamira, Renacimiento, Barroco, La
Celestina, El Quijote, Revolución
Francesa, Guerras Mundiales, colonialismo… O imagine a esos maestros y
profesores, decididos, y a esos alumnos, pasmados, tratando de desentrañar de
manera comprensible, los primeros, y de captar el meollo del asunto, los
segundos, sudando la gota gorda todos, en una lengua que no emplearán al llegar
a casa o cuando salgan con los amigos, contenidos tan patrios, tan españoles,
tan arduos como la Reconquista, el descubrimiento de América, los Reyes
Católicos, Carlos I, las Germanías, Felipe II, Felipe V, Carlos IV, Trafalgar,
Godoy, Fernando VII, el Dos de Mayo, los pronunciamientos, los cantonalismos,
el turno de partidos, la Guerra Civil, la Transición… O imagínelos afrontando
vida, obra y milagros de españoles, con todas sus letras y consecuencias, como
Lope de Vega, Quevedo, Góngora, Velázquez, Murillo, Bécquer, Larra, Goya,
Churriguera, Sorolla, De Mena, Galdós, Valle-Inclán, Cela… ¿Llegaremos al
absurdo de dar las clases de Lengua y Literatura españolas en inglés? Por
descontado. Menuda pregunta estúpida. España… Aquí un detalle apreciable es el
nivel idiomático de esos maestros y profesores patrios, quienes podrían verse
suplantados por nativos, dándose el hecho curioso de que las semblanzas de
Cervantes serían impartidas por un inglés en su idioma materno y en España.
Si
el objeto de una clase es aclarar la lección diaria de manera que resulte
digerible por el discente, simplificándole el estudio, no parece solución
aconsejable el hacerlo en un idioma cuya distribución gramatical y profundidad
semántica se desconoce o no se emplea con habitualidad, pues los alumnos no
terminarán de aprender nada, ni la lección del temario ni el inglés.
Al
acontecimiento por el cual un país penetra en otro, propagando su idioma y
costumbres, se le llama invasión.
También se admitiría colonización.
Hemos sido invadidos. O colonizados. No sólo nosotros. Tanto es así que el
Presidente del Banco Central Europeo utiliza en las ruedas de prensa el idioma
de un país que no integra la Unión Económica y Monetaria. Y no tecleo más.
Lucenadigital.com, 4 de enero de 2016
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