Pues cada cual puede tener la definición de
cine clásico que le plazca. Por lo general, es cine clásico toda producción
estrenada hasta el año 1975. No me parece mala definición per se. Lo que ocurre es que parece más una definición que tiende a
establecer una delimitación temporal antes que significar un género. Sería como
aquellas Edades de la Historia que aprendimos en el colegio. Las obras
cinematográficas desde sus comienzos hasta el año 1975 conformarían el cine
clásico; hasta 1995, moderno; y hasta la actualidad, contemporáneo. O algo así,
más o menos. Entonces, catalogaríamos como clásicas aportaciones magistrales como El Padrino, Parte I y II, Ciudadano Kane, El hombre elefante, Con la
muerte en los talones, La ventana
indiscreta, Gilda, La huella (1972), El bueno, el feo y el malo, El
hombre tranquilo, Hasta que llegó su
hora, 12 hombres sin piedad, Testigo de cargo, El gran dictador, El golpe,
y un largo etcétera; corriendo el riesgo de incluir, con definición tan
berroqueña, bodrios de dimensiones superlativas, que los hubo.
Sin
embargo, yo identifico el cine clásico como aquel cine que puede visionarse en
cualquier época, a cualquier edad (dentro de lo razonable) y cuantas veces se
desee. Descubriendo siempre algo nuevo, apasionándote y entreteniéndote al
tiempo, sin tedio ni fatiga, con independencia de su año de realización. Es
película clásica aquella que nos garantiza la calidad eterna. Aquella que es
buena, porque lo es, y lo será siempre.
Así,
a las ya mencionadas, sumaríamos La lista
de Schindler, Gladiator, Pulp Fiction, Uno de los nuestros, El
pianista, El precio del poder, La chaqueta metálica, El silencio de los corderos, Forrest Gump, Manhattan, Reservoir Dogs,
El club de la lucha, El Señor de los Anillos, El Padrino, Parte III, El secreto de sus ojos, Sospechosos habituales, Trainspotting, Encontré al diablo, Origen,
El Caballero Oscuro, Braveheart, Up, Snatch. Cerdos y
diamantes, Old Boy (2003), Lock & Stock, 13 asesinos (2010), Barry
Lyndon, La caza (2012), Amadeus…
No
obstante, no cuestionaría una tercera definición de cine clásico. Mucho más
estricta que las anteriores. Más vinculada al ámbito de la producción.
Definiría como cine clásico toda obra cinematográfica que desprecia lo avatares
de la implosión tecnológica, la invasión de los efectos especiales y la
conquista de los regímenes informáticos, aspirando a un cine más puro, donde
guión, interpretación, dirección, fotografía, vestuario, localizaciones y
decorados condensen el protagonismo de la película. Se trataría de un cine más
natural, menos contaminado por la terca demanda de los pervertidos artificios
de la modernidad. Un cine creado por cineastas y no por informáticos. Si el
cine es una evolución del teatro, sería un cine más comprometido con sus
orígenes.
Pero
claro, el cine es también una fábrica de sueños. Aspira a hacer posible lo
imposible. Y, en este anhelo de la quimera, el humano, ser limitado, ha de
complementarse con la máquina, objeto ilimitado, atrayendo la fantasía de esos
sueños hasta ponerla al alcance del espectador. Que su imaginación se halle
colmada con la realidad, o una realidad alternativa, próxima a la
cotidianeidad. Y la imaginación, por suerte, es la única cualidad humana que no
conoce límites. El cine, por tanto, no puede mantenerse bajo el manto cálido,
protector y maternal del teatro. Escogería, siendo consecuente, la segunda
definición.
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