Si no yerro en mis cálculos, las
líneas que se dispone a leer, amable lector, conforman mi colaboración número
cien con esta casa, y, sinceramente, jamás imaginé que llegaría tan lejos.
Lo
que comenzó siendo un ajuste de cuentas en defensa de un colectivo al cual
tengo en alta estima y con el cual tengo contraída una de mis múltiples deudas
de imposible satisfacción plena, pasó a ser un ejercicio práctico, hasta
convertirse en una necesidad. Desde luego, no es ningún compromiso, pues no
existen lectores que demanden mi obra con enérgica exigencia: ni he sido
bendecido por el talento literario ni la Literatura lo requiere (mi talento).
Y, se lo aseguro, el beneficio, como el placer, es sólo mío. Quiero decir, que
es más acto egoísta que altruista esto del tecleo publicado a través de Lucena
Digital, periódico que, por supuesto, tampoco precisa de mis servicios para
mantener intactos su rigor, su objetividad y la confianza de sus lectores. Para
llegar donde otros medios no quieren llegar y apostar por noticias por las que
otros no se atreven a apostar; siempre anteponiendo el derecho de todo
ciudadano a recibir una información veraz, por encima de cualquier interés
particular. Lucena Digital se adjetiva con «independiente», y doy fe de
que así es. Precisamente, la curiosidad por comprobar la certeza del
calificativo me condujo, en primera instancia, a solicitar plaza de colaborador
en la casa. Solicitud que fue aceptada sin quedar sujeta a condición
resolutoria alguna, dicho sea; quizá porque el bueno de José Gálvez,
responsable de este espacio digital, hombre afable a la par que insobornable e
irreductible ante toda forma de presión u opresión, todavía no era consciente
de lo que se le podía venir encina, o de lo que de hecho se le venía encima. No
obstante, es el momento idóneo para agradecer públicamente su apoyo y
confianza, y para reconocer su honorable comportamiento, cumpliendo como un
señor en los tiempos difíciles y en los dichosos. Quedándome con estos últimos,
nunca olvidaré su desprendido acompañamiento en las mesas de presentación de mi
obra Ni piedad ni perdón, recopilatorio de artículos publicados hasta
2016, organizadas en Lucena y Cabra; como tampoco sus amables e inmerecidas
palabras hacia mi persona y mi trabajo. Creo haberlo tecleado o declamado: Lucena
Digital me ha otorgado, me otorga, una libertad aterradora, absoluta, cuasi
dogmática, distintivamente sectaria.
Gozando
de esa valerosa libertad, la multiplicidad temática ha quedado patente a lo
largo de mi centenar de artículos. Desde la crítica social a la crítica
literaria; desde la cinematografía a la narrativa; desde la condena al tributo;
desde la política al deporte; desde la censura a la aprobación; desde «Ser
pensador» a «Esos revisionistas infames».
Escoger
mis artículos favoritos sería como pedir a un padre que escogiera al favorito
de sus hijos. Al igual que los padres no eligen a los hijos ni los hijos eligen
a los padres, me debo a todos y cada uno de ellos bajo cualquier circunstancia;
si bien, unos precisen de mi consuelo, apoyo o ayuda menos que otros. En tal
sentido, sí reservo un cariño especial (permítaseme el extremo) a títulos como
«Un día de furia», «Sólo el nombre», «Mi ambición rubia», «Ni piedad ni perdón»,
«El largo día», «La perdición del hombre inmutable», «El sastre paciente», «La
Oficina Pro Cautivos», «Personalidades encasilladas», «Dos abuelos», «Buscar la
gran belleza», «Los gilipollas», «No son abuelos», «Pasante o becaria», «La
menor Constitución posible», «El código de los dignos» o «Después de
Halloween». Me divertí mucho escribiendo la bilogía «Siga volviendo mañana», la
tetralogía «Cataluña» o «El regreso del pensador». He podido homenajear al cine
(«13 hombres de honor», «De espías y espionaje», «El Político», «Mankiewicz»,
«Sorkin», «De filias y cinefilias»), a la Literatura («Con la sombra de
Richelieu», «Un maestro para un lector», «El caballero de la Mancha», «Los
artículos de don Julián», «Christie»), a los amigos («Viejas amistades», «Ella
es su aliento») y a mi padre («La librería»). He procurado defender el español
con «Se le digo», «Bilingüismo» o «La RAE se populariza», o recordar ciertos
períodos históricos con «Matar a Prim» o «El cónsul justo». He dado mayor
protagonismo del ganado al incorregible de Tito, puesto que, sin duda, hace
muchos años que nos conocemos, y compartimos un extraño y desquiciante vínculo
entre lo espiritual y lo afectivo, o entre ninguna de las dos cosas: hay
vínculos que no exhortan nominación.
Pasan los ocho años,
desde que José Gálvez me facilitara un hueco en Lucena Digital… Cien
artículos que nunca proyecté escribir. Tal vez no haya cien artículos más. La
falta de tiempo, de motivación o el simple desapego perjudicarían un objetivo
que sigo sin marcarme. Aunque, pese a haber suscrito aquello del egoísmo, la
conmovedora paciencia que usted, portentoso lector, ha manifestado al alcanzar
esta última línea me anima, por ahora, a ir pensando en el ciento uno.
Lucenadigital.com, 30 de junio de 2019
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