Hace
casi veinte años, cuando Aznar era Presidente del Gobierno… Aludo al mismo
Aznar que meses atrás criticó y presionó a Mariano Rajoy para que, ante la
coyuntura que atravesaba España por el problema secesionista catalán, aplicara el
archisabido artículo constitucional o, si se consideraba falto de redaños para
ello, convocara elecciones, cuando el aludido había gobernado gracias a los
votos de Convergència i Unió (CiU), hablando catalán en la intimidad, mientras
la familia Puyol escondía dinero en Andorra… Vaya, que mencionaba a José María
Aznar y no al almirante Juan Bautista Aznar, que ésta da para otra historia…
Cuando Aznar era Presidente del Gobierno, hace casi veinte años, tecleaba, un
buen amigo me aseveró, categórico, o nos aseveró, pues éramos cinco quienes
paseábamos por la avenida del Aeropuerto, sita en Córdoba, aquel día, que los
catalanes no dejarían de llorar jamás.
Cual bebé imperioso por mamar de la
teta de su madre, el catalán, millonario de pujos y martirios, lloraría siempre
hasta lograr sus objetivos. Una vez conseguidos, dominada la intriga del
negocio, extraería más pujos y martirios del cajero automático, en demanda de
nuevos objetivos; y así hasta que su madre, agotada de lactancia incesante o
dolorida de tanto pinzamiento en los pezones, cortara el amamantamiento,
emancipando al bebé de la dependencia alimentaria materna.
Cataluña, sin cansancio, nunca
renunció al reclamo del llanto, aventajada en la concesión del premio. Excusada
en una fingida incomodidad dentro del marco estatal, aburguesada por la
superioridad comercial, favorecida por el resentimiento hacia el independentismo
terrorista, poco a poco, pidió y pidió, y recibió y recibió, porque era una
Cataluña independentista, sí, pero también moderada, pacífica, política. Una
Cataluña independentista, sí, pero de confianza. Una Cataluña de fiar. Y una
Cataluña que aportaba los votos necesarios en el Congreso de los Diputados para
forjar gobiernos de partidos de mayoría insuficiente; esto es, no absoluta.
Madrid, más preocupada por el bárbaro extremismo vasco y por elegir el
mobiliario de Moncloa, miró hacia otro lado, o se despreocupó, más bien;
dimitió de sus potestades, como el padre cuya idea de patria potestad es
soltarle un par de monedas al hijo los sábados por la noche y, si te he visto,
no me acuerdo, ¡ya crecerá solo! De este modo, durante cuarenta años, Cataluña
creció, nutrida con sucesivos dirigentes catalanes, los cuales procuraron ir
desmantelando la estructura socio-económica de la región, desviando dinero
público y adoctrinando a los alumnos desde la primaria hasta la universidad, a
fin de moldear los curtidos independentistas del futuro, gracias a un sistema
educativo sesgado y ficticio… Madrid, ah, decidió o prefirió no saber: Cataluña
crecía moderada y pacífica, y había que elegir el mobiliario de Moncloa.
Antes de Puigdemont hubo, pues,
otros orates que allanaron la senda de la pantomima; puesto que, por ejemplo,
si Mariano Rajoy hubiera concedido a Artur Mas el equivalente al Cupo o
Concierto vasco, que tocaba entonces, como se había hecho hasta el momento con
cada lloro catalán, la situación hubiera seguido igual, con Cupo, aunque sin
golpe secesionista, fugas al extranjero, procesos judiciales, aplicaciones del
artículo constitucional…, hasta la próxima perrera, claro. Sin embargo,
Cataluña no es Alemania, y justo es decir que, en este sarao, se divirtieron,
además, aquellos ciudadanos que votaron una y otra vez a los partidos
independentistas, dejándose narcotizar, cuales neonatos carentes de criterio,
por las soflamas y patochadas de orates, fanáticos, corruptos, demagogos,
oportunistas y malversadores, que de todo había, o hubo, o hay.
Y después de todo lo tecleado,
después de cuarenta años de despreocupación y de una sucesión de orates, se
creyó que unas elecciones resolverían el problema, con Puigdemont, entretanto,
choteándose del personal por el mundo, siendo una parodia de sí mismo… ¡Menuda
estulticia! Especialmente, con el recurso a una Ley Electoral que, beneficiando
a los dos principales partidos nacionales y a todos los regionales, no interesa
modificar. Tal vez, con la exigida reforma electoral, Ciudadanos hubiera
obtenido la mayoría suficiente para formar gobierno. O no, ya que, por
paradójico que pueda parecer, dada la pluralidad ideológica patria, el actual
sistema electoral es el que mejor garantiza la suma de mayorías para componer
gobiernos.
Pese a, todavía encontramos improntas del famoso llanto
catalán, como en aquellas lágrimas de Gerard Piqué, lamentando, a moco tendido,
las cargas de la Policía y la Guardia Civil contra quienes iban con intenciones
de cometer un acto ilícito el pasado 1 de octubre, y se les encaraban
(empleando a niños como escudos, dicho sea): si delante estaban los Mossos
d’Esquadra, la escena transcurría dicharacheramente. No tuve la oportunidad de
ver llorar a Piqué, cuando los Mossos cargaron contra los manifestantes del
15-M. Empero, éstos en absoluto eran unos pobres y honrados ciudadanos a
quienes el poder represivo y totalitario del Estado español impedía por la
fuerza el ejercicio de la libertad y la democracia, dónde va usted a comparar.
Lucenadigital.com, 30 de abril de 2018
No hay comentarios:
Publicar un comentario