Sorprende nefastamente cómo la verdad prorrumpe con su contundente naturalidad,
cual puñetazo dionisíaco en mitad de la jeta, pasados los años, sin considerar
la supremacía del tiempo sobre la distancia. Sobrecoge sobremanera cómo la
falsedad contamina con su lóbrega viscosidad, cual cochino chapapote
desperdigado por la mar oceánica, todo lo que es puro, limpio, luminoso,
cándido, inocente y, sí, un palmo confiado e incauto...
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