Con el Globo de Oro bajo el brazo, que Aaron
Sorkin no fuera nominado al Oscar por su guión adaptado para Steve Job (2015), me resultó
ignominioso. Como aficionado al cine, debería haberme lanzado a la calle
cargado de ira, ojos inyectados en sangre, ante tamaña afrenta; debería haber
clamando venganza a grito pelado en mitad de la plaza pública, mientras agitaba
el brazo al cielo con indignación… Las polémicas racistas u homófobas se me
dieron un ardite, porque, según qué circunstancias, la discriminación positiva
sólo sirve para empobrecer legítimas reivindicaciones, promocionando a personas
sin méritos que lacrarán los intereses. Pero cada uno lucha con sus armas, y mi
natural tendencia a la vagancia shakespeariana, de consuno con mi compromiso
mensual con el tecleo y conmigo mismo, me retuvieron el ímpetu y me secuestraron
la airada manifestación reivindicativa, optando por la vía más cómoda. Así que
por aquí ando ahora, con las armas que me quedan.
Aaron
Sorkin, neoyorquino nacido hace cincuenta y cuatro años, pronto sintió una
fuerte inclinación por el teatro. Sus primeras aproximaciones fueron, sin
embargo, hacia la interpretación, para dejarse arrastrar pronto por la
escritura. Con sus primeros éxitos como dramaturgo, pasaron los años ochenta,
alcanzando el máximo reconocimiento con la obra Algunos hombres buenos (1989), inspirada en una experiencia
familiar protagonizada por su hermana, a la sazón abogada militar. La historia
de un joven abogado que se ve obligado a desplazarse hasta la base de
Guantánamo para defender a dos marines acusados de asesinato, llamó la atención
de Hollywood. La película de idéntico título (1992) sería su primera incursión
en el cine, cosechando el éxito de crítica y público, y su primera nominación a
los Globos de Oro. Sólo un actor como Jack Nicholson, secundando a un lozano
Tom Cruise en boga, fue capaz de bordar un guión completo y eficaz, unas réplicas
incuestionables y un desarrollo sostenido por un ritmo en constante evolución
para explosionar, literalmente, con el careo judicial entre los protagonistas.
Después llegarían Malicia (1993) y El presidente y miss Wade (1995), las
cuales, pese a conseguir con la última su segunda nominación a los Globos de
Oro, quedaban lejos de su trabajo anterior: una, por disponer de un guión
esperanzador que no se remató con contundencia —y mucho menos en las manos de
dos intérpretes como Alec Baldwin y Nicole Kidman en los noventa—; la otra, por
un acaramelado romanticismo, terreno pantanoso para una pluma como la de
Sorkin. Escribió algunas líneas de diálogo para Sean Connery y Nicolas Cage en La Roca (1996); para Benicio del Toro y
Christopher Walken en Exceso de equipaje
(1997); y para Will Smith en Enemigo
público (1998). Colaboraba con Warren Beatty en la escritura de Bulworth (1998), cuando le entró el
gusanillo de la televisión.
Sports Night, serie de dos temporadas de
episodios de corta duración en torno a la redacción de un programa de deportes
(la idea surgió de los programas nocturnos de este género que lo acompañaban
durante su trabajo —le gusta trabajar con la televisión encendida sin sonido—),
fue aclamada por la crítica, pero no terminó de cuajar en un público poco
acostumbrado a la agilidad y agudeza de unos diálogos que no tenía tiempo de
procesar, forrados de una intelectualidad que exasperaba a un público poco
acostumbrado, igualmente, a concentrarse en las palabras escupidas por el
televisor. Con El Ala Oeste de la Casa
Blanca, cuya participación se concentró en las cuatro primeras temporadas,
la tendencia se invirtió, los Premios Emmy se sucedieron y Martin Sheen fue glorificado
con el apodo de «Presidente en funciones». En aquel momento, Sorkin cayó en la
drogadicción. Rehabilitado, volvió a la televisión con Studio 60 on the Sunset Strip, serie de influjo personal sobre los
entresijos de un programa de sketches.
Los diálogos rápidos e ingeniosos, con réplicas y contrarréplicas inauditas, y santificados
con un intelecto superior, marca de la casa, no sirvieron sino para que el
público repudiara la supuesta prepotencia y elevación moral de unos personajes
en constante crítica contra el sistema norteamericano y su frecuente
intervencionismo militar. La serie fue cancelada por la productora en su
primera temporada.
Su
nuevo coqueteo con el teatro quedó enmascarado por su retorno al cine. Contando
con Tom Hanks, La guerra de Charlie
Wilson (2007) hizo reaparecer su nombre en las nominaciones de los Globos
de Oro. Aunque sería La red social
(2010), dirigida por David Fincher, la película que lo encumbraría, al ganar el
Oscar por su guión adaptado, con su correspondiente Globo de Oro, repitiendo
nominaciones al siguiente año con Moneyball
(2011).
Sobrevivir
a un guión de Aaron Sorkin, de volumen duplicado, es una proeza para cualquier
actor, una misión heroica. Lo cual no reduce su soberbio portento literario. Y
tamaña grandeza en un escritor de guiones únicamente puedo compararla con la de
Joseph L. Mankiewicz. Casi nada.
Lucenadigital.com, 29 de febrero de 2016
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