martes, 14 de marzo de 2017

Sorkin

Con el Globo de Oro bajo el brazo, que Aaron Sorkin no fuera nominado al Oscar por su guión adaptado para Steve Job (2015), me resultó ignominioso. Como aficionado al cine, debería haberme lanzado a la calle cargado de ira, ojos inyectados en sangre, ante tamaña afrenta; debería haber clamando venganza a grito pelado en mitad de la plaza pública, mientras agitaba el brazo al cielo con indignación… Las polémicas racistas u homófobas se me dieron un ardite, porque, según qué circunstancias, la discriminación positiva sólo sirve para empobrecer legítimas reivindicaciones, promocionando a personas sin méritos que lacrarán los intereses. Pero cada uno lucha con sus armas, y mi natural tendencia a la vagancia shakespeariana, de consuno con mi compromiso mensual con el tecleo y conmigo mismo, me retuvieron el ímpetu y me secuestraron la airada manifestación reivindicativa, optando por la vía más cómoda. Así que por aquí ando ahora, con las armas que me quedan.
 
Aaron Sorkin, neoyorquino nacido hace cincuenta y cuatro años, pronto sintió una fuerte inclinación por el teatro. Sus primeras aproximaciones fueron, sin embargo, hacia la interpretación, para dejarse arrastrar pronto por la escritura. Con sus primeros éxitos como dramaturgo, pasaron los años ochenta, alcanzando el máximo reconocimiento con la obra Algunos hombres buenos (1989), inspirada en una experiencia familiar protagonizada por su hermana, a la sazón abogada militar. La historia de un joven abogado que se ve obligado a desplazarse hasta la base de Guantánamo para defender a dos marines acusados de asesinato, llamó la atención de Hollywood. La película de idéntico título (1992) sería su primera incursión en el cine, cosechando el éxito de crítica y público, y su primera nominación a los Globos de Oro. Sólo un actor como Jack Nicholson, secundando a un lozano Tom Cruise en boga, fue capaz de bordar un guión completo y eficaz, unas réplicas incuestionables y un desarrollo sostenido por un ritmo en constante evolución para explosionar, literalmente, con el careo judicial entre los protagonistas. Después llegarían Malicia (1993) y El presidente y miss Wade (1995), las cuales, pese a conseguir con la última su segunda nominación a los Globos de Oro, quedaban lejos de su trabajo anterior: una, por disponer de un guión esperanzador que no se remató con contundencia —y mucho menos en las manos de dos intérpretes como Alec Baldwin y Nicole Kidman en los noventa—; la otra, por un acaramelado romanticismo, terreno pantanoso para una pluma como la de Sorkin. Escribió algunas líneas de diálogo para Sean Connery y Nicolas Cage en La Roca (1996); para Benicio del Toro y Christopher Walken en Exceso de equipaje (1997); y para Will Smith en Enemigo público (1998). Colaboraba con Warren Beatty en la escritura de Bulworth (1998), cuando le entró el gusanillo de la televisión.
 
Sports Night, serie de dos temporadas de episodios de corta duración en torno a la redacción de un programa de deportes (la idea surgió de los programas nocturnos de este género que lo acompañaban durante su trabajo —le gusta trabajar con la televisión encendida sin sonido—), fue aclamada por la crítica, pero no terminó de cuajar en un público poco acostumbrado a la agilidad y agudeza de unos diálogos que no tenía tiempo de procesar, forrados de una intelectualidad que exasperaba a un público poco acostumbrado, igualmente, a concentrarse en las palabras escupidas por el televisor. Con El Ala Oeste de la Casa Blanca, cuya participación se concentró en las cuatro primeras temporadas, la tendencia se invirtió, los Premios Emmy se sucedieron y Martin Sheen fue glorificado con el apodo de «Presidente en funciones». En aquel momento, Sorkin cayó en la drogadicción. Rehabilitado, volvió a la televisión con Studio 60 on the Sunset Strip, serie de influjo personal sobre los entresijos de un programa de sketches. Los diálogos rápidos e ingeniosos, con réplicas y contrarréplicas inauditas, y santificados con un intelecto superior, marca de la casa, no sirvieron sino para que el público repudiara la supuesta prepotencia y elevación moral de unos personajes en constante crítica contra el sistema norteamericano y su frecuente intervencionismo militar. La serie fue cancelada por la productora en su primera temporada.
 
Su nuevo coqueteo con el teatro quedó enmascarado por su retorno al cine. Contando con Tom Hanks, La guerra de Charlie Wilson (2007) hizo reaparecer su nombre en las nominaciones de los Globos de Oro. Aunque sería La red social (2010), dirigida por David Fincher, la película que lo encumbraría, al ganar el Oscar por su guión adaptado, con su correspondiente Globo de Oro, repitiendo nominaciones al siguiente año con Moneyball (2011).
 
Sobrevivir a un guión de Aaron Sorkin, de volumen duplicado, es una proeza para cualquier actor, una misión heroica. Lo cual no reduce su soberbio portento literario. Y tamaña grandeza en un escritor de guiones únicamente puedo compararla con la de Joseph L. Mankiewicz. Casi nada.

Lucenadigital.com, 29 de febrero de 2016

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