Llenan estadios de fútbol, pabellones deportivos y plazas de toros, a ritmo meloso o estridente, humillado por el berrido hormonalmente humedecido y cegado por irreverentes luces móviles; venden millones de ejemplares de libros, recibiendo el sello de best seller, entre bendiciones públicas; son glorificados como transgresores del arte, la nueva vanguardia, y referencia pictórica y escultórica, valorando sus obras en cientos de miles de euros; sus estudios arquitectónicos son cotizadísimos, con encargos multinacionales en listas de espera. Músicos, cantantes, escritores, pintores, escultores, arquitectos, todos ellos de extraordinario talento, todos ellos de efímera popularidad...
miércoles, 1 de febrero de 2017
El demérito de lo efímero
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