sábado, 31 de agosto de 2024

Hablemos de política

 Artículo publicado en Surdecordoba.com:

«Hablemos de política», me suelta, directo, como alevoso, entrando en casa sin saludar siquiera, deslizándose por el hueco que ha quedado al abrir entre el marco de la puerta y yo. Llevábamos tiempo sin vernos, y había pensado en él durante los últimos días. Es domingo por la mañana, temprano, para un domingo; aunque la arquetípica estructura horaria universal nunca ha sido precepto cuyo rigor nos haya afectado en demasía. La luz de levante acaba de barrer de opacidad los rincones de la casa y un aire fresco circula de una sala a otra, comunicado a través de las ventanas. Se adentra, entonces, mi amigo Tito, como amparado por una patente de corso, apoderándose de mi sillón como un viejo lobo de mar se apodera del timón del barco enemigo...

Hablemos de política

jueves, 15 de agosto de 2024

Solo teclearé solo

  Y ahora a ver si hay huevos de determinar la intención narrativa del autor. Porque yo, como autor —más o menos— de las líneas, lo tengo bastante claro. En cambio, usted, lector con loables aspiraciones a la omnisciencia, se va a detener, siquiera unos breves segundos, a plantearse el tema. Y a replanteárselo, después. Ronda que te ronda, forzando los engranajes medio astillados del cerebro, medio resecos por el consumo de películas y series a través de las múltiples plataformas, medio torcidos por las memeces lanzadas por muchos (¿o quizá todos?) de los políticos a través de los medios de comunicación, medio oxidados por las barbaridades que circulan por las redes sociales; ronda que te ronda, entonces, imbatible lector, lo primero que se le podría ocurrir es que, encontrándose quien suscribe solito, sin compañía de otro ser en derredor, ante la pantalla fulgurante, las yemas de los dedos percibiendo los bordes de las teclas, se dispondrá a componer la palabra solo, a razón de cuatro golpes sobre el teclado. Aunque, bueno, la lógica, desengrasada ya de la ordinariez diaria, inicia un proceso de duda, pergeñando ramificaciones conclusivas. Pudiera ser no que el menda del tecleo estuviera en modo ermitaño, a la deriva entre la humanidad oceánica, sino que, sobrepasado en sus capacidades intelectuales, le diera a eso de la palabreja a teclear sin requerir ayuda o asistencia alguna, cual campeón de la semántica. Y sin embargo, esto se le antoja, lector precavido, peccata minuta, ramificación endeble, sacrificable, cuando la verdaderamente consolidada es aquella que brota urdida por la incógnita gramatical. Aquella que repara en la cualidad del vocablo como adjetivo o como adverbio. Si el dichoso autor de estas quebradizas líneas se dispone a plasmar la condición adjetival o la adverbial, si será el adjetivo solo o el adverbio solamente.

Vidas entretejidas

  José Manuel Moreno Millán, impenitente justiciero del arte, asiduo parroquiano de la tecla, atípico fagocito de la imprenta, fiel practicante del carboncillo, ofrece ahora al lector, ávido por circunnavegar las estrecheces de los callejones oscuros de las letras, apasionantes y peligrosos, atrayentes y arriesgados, un ejercicio de escenario literario ametrallado de personajes carentes de vocación protagonista, para quienes el aparente azar, la casualidad figurada insuflada por el aliento creativo, deviene en tejedor de vidas que se entrecruzan, golpeadas de dinamismo. Ofrece ahora Moreno Millán una propuesta salvajada de metafísica: la conexión intrínseca de la propia existencia humana. La certeza de una comunión personal en la realidad cotidiana. La inevitabilidad de la interrelación diaria. La demostración de que la presencia del ser no es sino la vinculación con el otro ser, un yo como proyectado en su esencia de especie; que la vida no es sino un mosaico entretejido por hilos invisibles que enlazan sus teselas en una suerte de mural expansivo, entelequia aristotélica de la presencia de la humanidad en el mundo.

jueves, 1 de agosto de 2024

Saga Bond: Sean Connery (y VI)

 Artículo publicado en Lucenadigital.com:

En concreto, un millón doscientos cincuenta mil dólares desembolsó United Artists a Sean Connery para que aceptara volver a interpretar al Agente 007 en Diamantes para la eternidad (1971), además de otorgarle facultades de decisión en la producción y el compromiso de posibilitarle dos películas más. El pastizal Connery, como un señor, lo donó a una institución educativa escocesa (ni necesitaba vivir de la actuación, pues había repuntado como empresario, ni tenía ambiciones económicas), las facultades decisorias las ejerció a su gusto, dando el visto bueno cuando lo consideró oportuno, y las dos películas se quedaron en una sola: La ofensa (Sidney Lumet, 1973), producto irregular que adaptó la obra teatral de John Hopkins...

Saga Bond: Sean Connery (y VI)