domingo, 13 de noviembre de 2022

Annual 1921: El 1 de junio

  El Rif se componía de setenta y una cabilas, que engendraron a los mejores guerreros de África (fama o estatus compartido con los eritreos), insumisos, por ancestral tradición, ante cualquier forma de potestad o intromisión extranjera. Su medio millón de habitantes, aproximadamente, vivía en condiciones de subsistencia, con turnos de riegos para proporcionar una alimentación básica de leguminosas y hortalizas ínfimamente desarrolladas por la escasez de agua, completada por la caza de circunstancias y la pesca marina de orilla; y sólo cuidaban y destinaban la mayor parte de los recursos a los manjares de lujo: olivos, higueras y almendros. Pese a no ser fanáticos religiosos, su consigna bélica era sin prisioneros, sin cuartel. Feroces, mimetizados con el entorno, vengativos, tiradores de élite, sin piedad ni perdón. Lo tecleado, auténticos guerreros… Y en tan agradable teatro de operaciones incursionaron los españoles.

 Al oeste de Annual, el río Amekrán limitaba el territorio, y en su orilla opuesta, la izquierda, hacia el noroeste de la localidad, se erigía Monte Abarrán. Cuando Fernández Silvestre, situado ya el ejército español en Annual, a donde habían llegado en enero, decidió iniciar el ataque definitivo sobre Alhucemas, a apenas treinta kilómetros de distancia, el día 1 de junio de 1921, ordenó cruzar el río y establecer la posición en la cima de Monte Abarrán. Se cuenta que Abd el-Krim había advertido a los españoles que cruzar el río supondría la guerra. Amenaza que Fernández Silvestre, seguro de su plan y su superioridad, desdeñó sin reparo. Desde Annual, envió una columna de mil ochocientos hombres con la misión de tomar la posición de Monte Abarrán y fortificarla. La ocupación fue rápida y sencilla, mas la corrupción, como se narró en un capítulo anterior, era cancerosa. Puestos a las tareas de fortificación en la cima, los sacos terreros que habían de rellenarse aparecieron podridos, lo cual les impidió levantar más allá de un metro de parapeto. Además, marcharon con tres cañones, aunque sin ametralladoras, y la cima del monte carecía de agua. En el ínterin, los soldados españoles columbraron que, en Yub el-Kama, una suerte de elevación, peñasco o altozano a un kilómetro, se habían reunido unos mil rifeños que los observaban pacientes, causándoles el efecto contario. Cundió el nerviosismo, el parapeto se concluyó como se pudo y de modo precario, la incapacidad de los oficiales degeneró en la instalación de una alambrada de espino circundando el perímetro del Abarrán y a unos nueve metros del parapeto, lo que impediría al soldado realizar ni siquiera un par de disparos, si era rebasado.

El caso fue que, tomada y fortificada la cima, la columna española se encaminó de regreso a Annual, dejando en Abarrán un contingente de guarda de veintiocho artilleros y doscientos cincuenta soldados, de los cuales menos de un centenar eran españoles, mientras que el resto eran indígenas. Entonces, de repente, se oyó en lontananza una ráfaga de ametralladora, que no era sino la señal para emprender el ataque rifeño. En oleadas sucesivas, acometieron la posición en el monte, hasta el punto que, cuando la defensa se tornó prácticamente insostenible, los rifeños de la fortificación se amotinaron, volviendo sus armas contra los españoles y matando a algunos de los oficiales. De manera que, a eso de las siete de la tarde, los rifeños arrebataron y conquistaron la posición de Monte Abarrán, junto con toda la intendencia armamentística allí depositada. Un puñado de españoles logró huir a Annual y Sidi Dris, una veintena de heridos quedó a merced de los rifeños. Entre estos últimos, el teniente Diego Flomesta, quien moriría el día 30 de inanición, al negarse a enseñar a sus captores el manejo de los cañones. La propia columna, que había abandonado la posición antes, había barruntado el desastre durante la marcha. Tanto fue así que terminó retornando a Annual a campo atraviesa y a la carrera, presa del pánico, cada cual ganando el refugio por su cuenta, sin atender orden, organización o disciplina.

Abd el-Krim aprovechó la victoria para fomentar la actividad propagandística, paseando los cañones de los que se había apoderado por el conjunto de las cabilas, incrementando exponencialmente el enganche de guerreros a sus filas y el apoyo a su causa.

Perdido Abarrán, Fernández Silvestre restó importancia a la derrota y, menospreciando la enseñanza revelada, mantuvo su suicida estrategia de despliegue de las tropas, dispersas en los más de cien blocaos y posiciones, la mayoría carentes de agua o con pozos corrompidos y suministros a base de sardinas enlatadas, que agravaban la sed. En consecuencia, Fernández Silvestre, juzgó indispensable establecer una nueva posición avanzada en altura, ahora para asegurar el flanco sur de Annual. Movimiento antinatural, pues la línea de combate se extendía, o debía extenderse, por el nornoroeste de la población. Sin embargo, la ubicación escogida fue otro monte, el Igueriben, con el infortunio de que Fernández Silvestre y su apestoso tufo a altanería eligieron, otra vez, un monte al alcance de otro monte. Y claro, comandados por tamaña ineptitud o torpeza, qué cabía esperar…


Lucenadigital.com, 2 de noviembre de 2021

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