jueves, 16 de mayo de 2024

"RRR"

  Suelo ver cine asiático, aunque Asia es muy grande, claro. He deleitado el cine japonés, chino, coreano, iraní, indonesio, taiwanés, ruso, turco… No suelo ver, por contra, cine indio; de hecho, no sé si habré visto alguna de sus películas… puede que algo residual haya caído, nada destacable. No tengo demasiada afición a los musicales, y el predominio de Bollywood es evidente. Mucho baile y muchas canciones, temática que, salvo honrosas excepciones, no es de mi gusto.

La cuestión es que, en los últimos tiempos, se ha destapado Tollywood, y se ha hablado, se ha alabado y se le ha dado tanto reconocimiento a la película RRR, del director SS Rajamouli y presupuesto récord, que, disponible con subtítulos, me he dejado llevar por la curiosidad y me he sentado ante la pantalla para valorar sus tres horas de metraje. La sensación, tras su visionado, es algo fresco, una placentera novedad de la que he disfrutado risueñamente, como un bebé disfruta por primera vez de un juguete.

La historia, que más que una historia es un cuento, con sus mitos, sus leyendas, sus hiperbólicas acciones, casi histriónicas, nos traslada a la India de 1920. Una India sometida al colonialismo británico, donde una niña de dulce voz perteneciente a una tribu marginal es separada (o secuestrada) de su familia por el gobernador británico y su esposa a cambio de unas míseras monedas. En un intento por detener el convoy que traslada a su hija, la madre es humillada y salvajemente maltratada; repugnante es el discurso del gobernador consagrado a que su soldado no malgaste una bala para zanjar el asunto (discursito que será recurrente en la trama). Beheem, protector de la tribu, viajará entonces, bajo identidad falsa, con la misión de rescatar a la pequeña. A su vez, Raju, oficial del Raj, a fin de medrar en el ejército, se infiltrará de incógnito en los barrios de la ciudad para atrapar al rescatador. La fortuna hará que, en una situación límite en la que está en juego la vida de un niño, los caminos de los dos protagonistas se crucen y, entendiéndose al instante, en una suerte de acrobacia fantasmagórica, salven al menor de una muerte segura. La más entrañable de las amistades surgirá de inmediato entre los dos hombres, inconscientes de que sus destinos son contrapuestos. Enfrascado en su misión de rescate, Beheem se enamorará de la joven británica Jenny, quien reside en la casa del gobernador y a quien Raju ayudará a conquistar. El desconocimiento de la lengua inglesa por parte de Beheem generará algunas escenas con Jenny de afable comicidad y una magistral de canción y baile que se marcan los dos protagonistas (metáfora de una batalla contra los colonialistas), digna de aplausos y de cualesquiera signos de elogio que se pudieran dispensar. Al cabo, Beheem descubrirá que la pequeña a quien busca se encuentra en la casa del gobernador, por lo que emprenderá un abracadabrante plan de rescate, pomposísimo de fantasía, el cual será abortado por Raju, quien revelará su enmascaramiento, apresando al que fuera su amigo, que quedará destrozado por la traición. Paralelamente, se han ido sucediendo varias analepsis a través de las cuales se ha narrado la historia de Raju, quien, en verdad, también se halla sujeto a la palabra dada a su pueblo y a la promesa hecha a su padre y a su prometida. Atormentado por la traición a su amigo, Raju, consciente de la fuerza motivadora de Beheem, sacrificará sus objetivos y, aún como traidor a los ojos de su amigo, lo liberará de la ejecución y favorecerá su huida con la niña, siendo, en consecuencia, detenido y encarcelado por los británicos. Será la estancia en la ciudad de la prometida de Raju la que desvelará la verdad a Beheem, quien acometerá el rescate de su amigo para regalar al espectador una nueva serie de secuencias de acción imposible, iluminadas por el esperpento, ametralladoras de las leyes físicas y emperifolladas de mitología y tradición indias. Se cierra el filme con una usual escena de música y baile espumosa de patriotismo.

Porque RRR es una película tremendamente patriótica, que condena la opresión y el salvajismo del colonialismo británico, y ya iba siendo hora de que alguien les diera sus merecidos palos a los británicos en una película. Y vaya si se llevan palos, tantos que no resulta exagerado barruntar que, entre Beheem y Raju, acaban con la totalidad del ejército británico en la colonia india. En cuanto a lo del patriotismo, bueno, estamos cansados de aguantar en el cine las banderas estadounidenses ondeando al viento con el refulgente sol naciente a contraluz, y no pasa nada.

Por lo que respecta a la acción fantasiosa, que escupe al extremo sobre los principios gravitatorios, cierto que siempre la he criticado hasta el enojo y la he vapuleado hasta el desprecio, como ha ocurrido con la saga Fast & Furious. Pero RRR se envuelve de un misticismo y de un aura de fábula o cuento tradicional que se sobrepone frente a cualquier rechazo.

En definitiva, para saborear RRR es necesario asumir determinados parámetros: el peculiar sentido indio de la amistad, la incorporación de sesiones de música y baile, la acción acrobática inverosímil, los efectos especiales chirriantes por momentos, el marcado alegato patriótico y la censura del roce con la chica británica. Asumidos, nos sorprendemos con una buena historia, bien narrada; una genial banda sonora, salpicada de entretenidas y pegadizas canciones (en número inferior al previsible, anecdótico), puestas a veces al servicio de la propia narración; unas magníficas interpretaciones, con unos protagonistas mazados de gimnasio; unas apabullantes coreografías, tanto en acción como en bailes (alcanzado fama por sí solas); y una cuidada fotografía y una factura técnica impecable (brillantes los encuadres y posicionamiento de cámaras).

RRR, pese a haber sido concebida para su exportación y comercialización en el mercado internacional, es, lo tecleaba al inicio, un soplo de aire fresco, algo igual y distinto, amable y tensa, contenida y explosiva, dramática y afectiva. Conmovedora. Un tratado sobre la amistad. Una asombrosa épica. Un placer recomendable.


Lucenadigital.com, 2 de mayo de 2023

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