viernes, 28 de febrero de 2025

IA: idiotismo aceptado

 Artículo publicado en Surdecordoba.com:

Cómo nos gusta una buena peli de ciencia ficción, o una buena novela, sobre todo, para tratar de alcanzar los logros cibernéticos o tecnológicos o extraterrestres que, con mayor propósito imaginativo que mecánico (la imaginación siempre fluye serenamente frente a la densidad del avance de la mecánica), plantean con no escasas dosis de gratuidad. Al menos, anhelarlos, distraídos por la curiosidad de la incertidumbre. El futuro es ese panorama desconocido que nos ahoga y nos agobia, a veces, u, otras, nos emociona y nos excita. O la posibilidad de una realidad alternativa, una realidad en la que predomina ese progreso científico o tecnológico, una realidad de contexto espacial y mundos galácticos, una realidad en la que la experimentación ha progresado hacia la aplicación práctica, a la cotidianeidad del horizonte. Ciencia ficción, en definitiva, como he tecleado, y no realidad científica, como el productor Albert R. Broccoli definía su saga de James Bond...

IA: idiotismo aceptado

martes, 11 de febrero de 2025

Con un pantaloncito corto, por favor

  Uf… El sólo rememorarlo para teclear estas líneas me escarpia el capilar. Cómo una misma prenda puede quedar tan aparente en las mujeres y provocar alteraciones sediciosas en el estómago, cuando se la encasqueta un hombre, se explica por ser una de esas tasadas cosas funcionales únicamente para uno de los sexos. Me refiero a esos pantalones deportivos elásticos y ajustados, que se ciñen al cuerpo de modo ergonómico, cual segunda piel, esas mallas deportivas, conocidas como leggins, creo, cuya comodidad, a veces, entra en conflicto con el buen gusto.

Saga Bond: Sean Connery (I)

  Reunió Sean Connery, en su sola persona, la catedralicia presencia en pantalla, fagocitaria e hipnotizante, y el alígero declive físico, apabullante y canceroso. Pocos actores positivaron la humanidad pluscuamperfecta entre el encuadre del fotograma, en el orden de Paul Newman, y sublimaron de la juventud a la madurez, sincopando o recortando los veinte o veinticinco años de adultez de su biografía, a la manera de Marlon Brando. Sean Connery pasó de los treinta y cinco a los cincuenta y cinco o sesenta años como el que cruza un pliegue temporal en el que envejece el sujeto de la singularidad y no el espacio que pasa a ocupar. Pero, al contrario que Brando, Connery no reapareció inflado de carnalidad borrascosa y enloquecido de excéntrica decrepitud, sino que lo hizo rutilante de vigor y prodigioso de proyección, con su cabello canoso y raleado hasta la extenuación suplida de pelucas diseñadas por la producción, y su bigotazo o su barba recortada para la divinidad.

sábado, 1 de febrero de 2025

Adiós, lengua materna

 Artículo publicado en Surdecordoba.com:

Que en la Unión Europea se recurra al empleo del idioma de un país que no es miembro demuestra cómo el régimen de colonización anglosajón ha resultado victorioso, sirviéndose de una táctica aleve que no ha hallado oposición, que ha sido acogida con los brazos abiertos, sin disimulo de traición. Entre pompones y fanfarrias, la comunidad internacional ha asumido la invasión con la naturalidad con la que un jamelgo asume su triste condición de traspontín susceptible de ser fustigado a discreción e indiscriminadamente...

Adiós, lengua materna

Saga Bond: Roger Moore (VI)

 Artículo publicado en Lucenadigital.com:

El ineluctable correr del calendario acarreó el vencimiento del contrato de Roger Moore. Se habían producido cinco películas y la firma sería ahora por título. Se plantó el actor en la negativa, en parte, por una mera estrategia de presión (todavía estaba fresco el tumultuoso recuerdo de la gestión en la transición de Connery), en parte, por una natural decadencia física (cumplió los cincuenta y cinco años durante el rodaje), un cansancio y un temor al encasillamiento. Pero la recientísima compañía nacida de la fusión de Metro-Goldwyn-Mayer y United Artists, MGM/UA, no tenía la intención de arriesgarse en la saga con la introducción de un nuevo rostro para el papel protagonista. Y luego rumiaba escamón el neófito dimorfismo por el temita de esa versión apócrifa, anunciada sin reparo para aquel año de 1983, que proclamaba, con altavoz nefario, a los cuatro vientos la reaparición de Sean Connery como 007, cual contrincante reaparición de una estrella del deporte, y que merecía replica contundente, como la de Cervantes al felón de Avellaneda...

Saga Bond: Roger Moore (VI)